Lo que sucede es conveniente

Lo que sucede es conveniente

Sunday, February 9, 2014

Una urbanita de campo

La semana pasada, paseando por Greenwich Village me acordé de mis primeros días en la gran ciudad.

En junio, celebraré el noveno aniversario de mi estancia en Nueva York. Habrán pasado nueve primaveras desde la primera vez que desembarqué en JFK con una maleta y me quedé “ojiplática” al llegar a Christopher Street, calle en la que me hospedaba por unas semanas. Yo no sabía que lo que pasaba en aquel preciso momento, en aquella precisa calle, era la celebración del 2005 gay parade. Cuando bajé del taxi pensé que me encontraba en el mundo de Alicia en el país de las maravillas.

Me bajé del taxi, el taxista me aseguró que la dirección que le había dado era aquélla (una pequeña puerta entre dos gigantescos sex shops) y luego se enfureció conmigo por no darle propina (no sabía que había que darle) y me tiró la maleta a la acera.

Ahí me encontraba yo, en Christopher Street, a las 9 de la noche, frente a dos sex shops, y rodeada de decenas de personas luciendo boas de plumas y bailando sin camisetas. Mi segunda interacción con el mundillo neoyorkino (después de la que tuve con el taxista) fue con un chico muy alegre que se acercó a mí y me plantó un beso en la mejilla. Es preciso mencionar que el susodicho llevaba unos pantalones tan cortos que yo tenía miedo de que se le escapara algo; lucía el pecho untado en aceite; llevaba un gorro de cowboy y una serpiente viva (¡!!!!) alrededor del cuello. Y yo seguía sin saber que aquello era parte del gay parade de Nueva York y por supuesto, me sentía igual que Paco Martínez Soria en la gran ciudad.


Cuando entré en la casa conocí a mi primer compañero de piso en Nueva York que, después de ensenarme el ala este y el ala oeste del apartamento de 20 metros cuadrados, me dijo que era kosher. Yo, que nunca había oído esa palabra antes, asentí y le dije que yo era de Vitoria y había estudiado Periodismo. 

Obviamente, me pasé las siguientes cuatro semanas usando sus cazuelas, vasos y demás utensilios como me venía en gana. Él nunca se enteró y yo tampoco supe que hacía nada malo hasta que meses más tarde me enteré de lo que significaba  ser “kosher”.

Yo que hasta entonces me creía una urbanita, me di cuenta de que era más de campo que las amapolas. 

Monday, December 12, 2011

Tacones lejanos... en NYC

Inspirada por el breve encuentro que tuve con una amiga de Vitoria y nuestra visita a un mega outlet de zapatos, esta mañana he decidido ponerme unos preciosos zapatos morados (que la mayoría encontraréis horrendos pero que a mí me encantan) con un tacón de 11.5 cm. Por eso de ser un poco más señorita (pues "ya no tenemos edad para ir todo el día en playeras", como me dice mi compañera de trabajo por las mañanas cada vez que me ve con los zapatos en el bolso).

Mi odisea ha empezado al bajar las escaleras de casa... ¡¡¡PUM!!! tobillo para un lado y bolso caído por todas las escaleras (por supuesto, el bolso estaba abierto y un río de tampones, móvil, maquillaje, novela y agenda ha caído rodando escaleras abajo) mientras yo me aferraba con dos manos a la barandilla como si no hubiera un tomorrow.

Superado el susto, me incoporo y cojo el metro y el autobús. Cuando llego a mi parada, me levanto del asiento y, como se me había olvidado que ahora soy 11.5 cm más alta que ayer, ¡¡¡PUM!!! ostiazo contra el techo del autobús (pues, por supuesto, me he sentado en esas zonas con techo un poco más bajo).
Llego a la oficina y cojo un poco de agua en un vasito de papel. Me acerco a mi escritorio con el vaso, tropiezo conmigo misma y desparramo el vaso lleno de agua sobre el teclado del ordenador (¡genial!).

Dos minutos más tarde, recibo una llamada del marido de mi compi de trabajo para decirme que se ha puesto de parto. Entonces, además de lo que tenía que hacer hoy, me ha tocado ir a una papelería a por tarjetas de navidad, para mandar a algunos contactos de la oficina.

Llego a la papelería y subo al segundo piso en ascensor. Cuando ya tengo lo que necesitaba, decido coger el ascensor para bajar pero había algun problema y los de mantenimiento lo estaban usando. Así que me ha tocado coger las escaleras... y por supuesto, ¡¡¡PUM!!!! ostiazo en las escaleras, esta vez me he roto las medias, me he aferrado a la barandilla como si de verdad me fuera a llevar un tsunami, las postales de navidad escaleras abajo junto con el bolso, me he raspado la rodilla como lo hacía a los 7 años y me caía de la bici; y dos empleados de la papelería han corrido a ayudarme como si me hubiera caído del empire state (que básicamente, ha sido así, porque con esos tacones de 11.5 cm, casi tengo vértigo...).

Entonces me pregunto: ¿cómo lo hacéis, mujeres de hoy día?, ¿cómo podéis andar con pichutos así y no atentar contra vuestra integridad física todas las mañanas? Yo ya me he puesto las zapatillas que tengo en la oficina y me niego a ponerme esos tacones por el resto del día.

Un beso lleno de admiración a todas las mujeres de hoy día y especialmente a mis amigas de Vitoria, ¡por equilibristas! :)
                                                       Carrera en tacones en Belgrado: por supuesto yo, sería la
                                                                                    que está planeando... ;)

Friday, February 18, 2011

Vampireball: una fiesta MORTAL en Nueva York

¿Cuántas veces has visto una fiesta en la televisión en alguna serie americana y has dicho “Jooo… yo también quiero… ¿dónde habrá fiestas así por aquí cerca; quizá en Tudela?”- (eh, no creo…).
Y es que hay ciertos jolgorios  que parece que sólo están en las películas o en CSI-Miami: fiesta en una piscina de espuma, una Brazilian party en bikini en medio del invierno o una juerga vampírica.
La Brazilian party ya está tachada de mi lista (el pasado febrero fui a una) y hace unos días pude tachar la juerga vampírica.
Hace una semana, mi compañera de piso me avisó de que había un Anti-Valentine’s Vampireball (explicación para los de la LOGSE: un baile de vampiros anti-San Valentín). Es decir,  una fiesta de lo más contra-sistema;  era anti-todo y a favor de todo, es decir una fiesta “todo-en-uno”.
Era obligatorio disfrazarse de algo gótico, se celebraba el día anti-San Valentín y la noche de las anti-convenciones, se permitía todo tipo de baile y formas de apareamiento  (los tríos y cuartetos eran algo muy común en esta fiesta matriarcal, dónde las doñas tenían el control de la escena nocturna -aquí acaba de salir la fan de antropología que hay dentro de mí-).
                                                                                                  Con mi amiga Ines
Cuando me enteré de que era obligatorio disfrazarse, cancelé todos los planes que tenía y compré las entradas. Si es que en realidad, soy una travesti atrapada en un cuerpo de funcionaria y los disfraces son mi perdición…
 Tras un rato en la party, mis colegas y yo nos dimos cuenta de que nosotros nos habíamos tomado  la noche como una fiesta de disfraces; pero que, para la mayoría de los que estaban allí, aquello era una noche más; ellos van así normalmente a comprar el pan por el barrio y tabaco al bar de la esquina; ¿y por qué no? yo, a menudo, voy en pijama...

                  Con uno de los que van así a comprar el pan


La fiesta fue MORTAL (nunca mejor dicho): bailamos, tomamos  TRUE BLOOD BATH, osea baños de sangre verdadera (una mezcla de vinos y  otros líquidos que nunca supimos lo que eran), nos echamos unas risas, vimos a tipas bailar desnudas bajo la luz de unas velas, escuchamos a un cantante de ultratumba con el pelo hasta las rodillas y nos pusimos todo guapos con nuestros atuendos vampíricos. En definitiva: ¡UNA NOCHE MORTAL!!!

        Carmen, Álvaro y MissCafeína


Monday, December 13, 2010

Operación retorno

En unos días comienza mi operación de retorno. Vuelvo a casa por Navidad, como el turrón.
Irme de casa fue sencillo. Siempre me hizo ilusión emprender nuevas aventuras e irme lejos a ver qué es lo que había más allá de donde me alcanzaba la vista. Así desde los 18 he vivido en Pamplona, Mainz (Alemania), Miami (USA), Dresden (Alemania), Santo Domingo (República Dominicana ) y Nueva York (USA).  Y por supuesto, desde mi casa en esos destinos, a menudo he agarrado la maleta o mochila y he ido de viaje a otros lugares.
Pero no todo es fácil: veo a mis padres y hermana por Skype, hablo con ellos por teléfono, y mi presencia empieza a borrarse de los recuerdos de mis amigas y mi ausencia es casi una constante: ¿estabas por  Vitoria cuando pasó eso?, me preguntan con frecuencia.  
Antes, me consolaba que mi perro, Platón, me reconocía cada vez que iba a casa. Ahora me he dado cuenta de que está acojonadito cada vez que me ve porque lo único que recuerda de mí son los cachetes que le di para que no tirase de la correa, se sentase y no hiciera ruido. Además, creo que ahora responde también cuando digo “coño”; de tanto “Platón, coño, no tires tanto”, “Platón, coño, quédate quieto”…

                                                             Platón, el perro de mi padre
Vuelvo a casa y espero que todo esté como cuando lo dejé, es decir, cuando acabé el instituto. No entiendo cómo mis amigas ya no van a ese bar… con todo lo que nos gusta/gustaba; me lío con los nombres de sus novios (pues desde los 18 han pasado muchos) y, especialmente mi amiga Bea,  se ríe de algunas palabras que digo pues ya no se usan: “Jajajajaj, Noemi, esa expresión la dejamos de decir en 1999”… Es lo que tiene vivir en países en los que se habla otro idioma: el tuyo propio queda anclado en la época en la que dejaste de usarlo a diario.


                                       Con las amigas de Vitoria! (faltan muchas en la foto)
No obstante, siempre vuelvo con ganas a Vitoria: ganas de estar con la familia, ver a mis amigas, pasear a mi perro el acojonadillo, de que Bea se ría un poco más de mí, de tomarme un café a la crema, un pintxo en la calle Dato, ir a Armentia y ponerme al día sobre la vida de todos los que me importan…
Así que… ya voy para allá!!!!! Les veré a todos y volveré con la maleta cuan despensa del Eroski!!!!  Así, una vez más, a la vuelta, pediré a los cielos, como cada vez que vuelvo a Nueva York, que el agente del control de inmigración del aeropuerto no se quede con mis latas de mejillones, berberechos y pimientos.

Tuesday, December 7, 2010

Williamsburg, tierra de hipsters

Williamsburg es el barrio donde vivo. Está en Brooklyn y viene a ser como la tierra media de J.R. Tolkien, un espacio donde  transcurren la mayor parte de las historias que escribo para éste mi legendarium.
Williamsburg vive una lucha por el control del barrio, esto es la tierra media.  Los antiguos habitantes de la zona, tradicionalmente puertorriqueños y dominicanos, luchan por quedarse en sus casas, sin que les suban el alquiler de una forma desmedida y sin que aumente el precio de los servicios a su alrededor. No obstante, están perdiendo la batalla contra Morgoth, que en mi barrio se viene a llamar, el ejército de  los hipsters.
                                             
Pero,  ¿qué son exactamente los hipsters? – me pregunta a menudo mi familia.  He buscado, buscado y buscado y ésta parece ser una explicación más o menos acertada de lo que es un hispter:

En los años 90, el término se convirtió en una descripción de la tendencia “alternativa” de la “contra-manera” asociada a la  gente urbana perteneciente a la clase media y clase alta, joven que se mueve en zonas “regentrified” de la ciudad. El término Hipster se asocia a un estilo “bohemio”, cercano a la cultura alternativa y cine independiente.
La cultura del hipster se asocia a la indie, independiente, no comercial, y a las opciones menos tradicinales de la consumición. Esto incluye escuchar cualquier forma de música de fuera de la corriente principal, las dietas vegetarianas o vegan, etc.
Con frecuencia, el término  se utiliza en una manera peyorativa para describir a una persona superficial, seguidora de tendencias recientemente producidas en serie, homogéneas, urbanas, centradas excesivamente en su imagen y que presenta contradicciones de su identidad.
En la ciudad de Nueva York, el “hipster” tiene la connotación negativa adicional ya que también se usa para describir a niños-de-papá parados que viven del dinero que sus pudientes familias les envían.
Por lo tanto, en mi barrio, todos quieren ser hipsters pero todos dicen odiarlos. Nunca encontrarás a nadie que diga “yo soy hipster” o “me gusta la cultura hipster”. Lo más fácil para identificar a uno de ellos es si les oyes decir: “Odio a los hipsters”. Entonces…. TACHAN! TE HE PILLADO, TÚ ERES HIPSTER!!!!

Hace meses, estaba en una cena y un amigo al que aprecio mucho comentaba cómo odiaba a los hipsters. Yo siempre he pensado que este amigo y su novia son la viva imagen de los hipsters . Se lo dije y su respuesta fue: “Yo no soy hipster y mi novia, no es hipster, es post-grunge”. A lo que yo le respondí: “I am sorry dude, but that is something really hispter to say!” TOUCHÉ!
En definitiva, familia, después de tanto coñazo teórico sobre qué es un hipster, sólo puedo decir que la definición más acertada es “alterna-pijo”,  “barbie-solidaria”, “pijiindie” o “gafapastil”.


 




Monday, November 29, 2010

Y al final comí pavo...

Ya han pasado cinco años y medio desde que llegué a esta ciudad... y por fin, he comido pavo en Acción de gracias.  El cocinero taiwanés nos deleitó con un pavo de por lo menos 28.000 kilos, sopa de langosta y no sé qué más. Todo, todo, todo estaba delicioso; inclusive el postre de chocolate y galletas maría de Carmencita-destroza-flanes (del cual no quedó ni un mísero lacasito). En definitiva, la fiesta del pavo acabó siendo un éxito, que no terminó hasta primeras horas de la mañana siguiente... De nuevo, no fue la fiesta más norteamericana a la que he acudido; pero, ya han pasado cinco años y medio desde que llegué a esta ciudad... y por fin, ¡he comido pavo en Thanksgiving!

Carmencita-destrozaflanes, Miss Caffeina y Pablito-de-breakdancer antes de saltar a por el pavo...

Monday, November 22, 2010

My so American Thankgiving dinners

Ya han pasado cinco años y medio desde que llegué a esta ciudad.
Pensaba quedarme uno y al final, me lié la manta a la cabeza y dentro de nada, serán seis.
Creía que volvería a trabajar a Madrid y quizá, si tenía suerte, conseguiría un trabajo en alguna ONG que me mandase a un “developing country”, como dicen las personas optimistas y politically correct, aquí.
Pero ya han pasado cinco años y medio desde que llegué a esta ciudad; y con ellos numerosas cenas de Acción de gracias.
Mi primer día de Acción de acción de gracias (Thanksgiving day), lo pasé con mi amiga sueca Martina Ekman comiendo tortilla de patatas en mi loft de Bedford Ave. Mi padre me había enseñado cómo hacer la tortilla esa misma tarde a través de internet. Encendí el ordenador, lo puse en la encimera de la kitchen y mi padre me fue indicando los pasos a seguir a través de la webcam. Hacer una tortilla es fácil; pero la cocina nunca ha sido lo mío.
El segundo día de acción de gracias, decidí hacer algo más estadounidense, por eso de integrarme en la cultura americana. Así, quedé con mi amiga portuguesa Ines Pereira y nos pasamos la noche comiendo donuts.
El tercer día de acción de gracias, pensé que verdaderamente tenía que intentar cenar como lo haría un ciudadano de este país. Entonces quedé con mi amigo italiano Matteo Minassi, su compañera de piso danesa y un par de griegos; y juntos intentamos cocinar una verdadera cena de acción de gracias. La comida, en general, estaba bien; la compañía, mejor; pero el pavo estaba duro como un cuerno y seco cuan hierba en Murcia.
Mi cuarto día de acción de gracias, decidí que lo verdaderamente gringo era pasar Thanksgiving con la familia; entonces me uní a la familia de mi novio para cenar. Mi novio, italiano. La familia consistía en su primo, también italiano, y muchos de sus amigos.  La compañía genial, la sobremesa muy divertida; la cena consistía, entre otras muchas delicias, en home made pasta con pesto… Por lo tanto, de nuevo, una gran cena, pero no he llegué  a experimentar esta "gringada" de cena que yo quería...
Por Thanksgiving he comido tortilla, donuts, pavo seco y pasta con pesto…

Y ya han pasado cinco años y medio desde que llegué a esta ciudad.
Hoy día, continúo viviendo en Williamsburg; pero ahora mismo,  con Carmen-destroza flanes y Pablito-the-break-dancer. Los tres vivimos en nuestra cabaña que  lucha por la no extinción, en esta jungla de asfalto, de la tortilla de patatas, los berberechos, mejillones y dieta mediterránea en general.  Y es que desde que la UNESCO ha incorporado la dieta mediterránea a la lista del patrimonio cultural intangible de la humanidad, nuestra aportación de morcillas de Burgos, pimientos de Gernika y mejillones del Caprabo a la “non-US-citizens-Thanksgiving dinner”, se ha convertido en una obligación moral a este lado del puente de Williamsburg.  
Me han informado, que la estrella de este año para la cena de Thanksgiving es un chef (creo que tailandés), que nos cocinará delicias asiáticas.
No me quejo, me encanta la idea.
Sólo es que ya han pasado cinco años y medio desde que llegué a esta ciudad;  y por Thanksgiving habré comido tortilla, donuts, pavo seco, pasta con pesto y exquisiteces tailandesas.
J